GENERACION DEL 48

La Generación del 48
Se denomina Generación del 48 en la literatura dominicana, a la generación literaria de la generación histórica de dominicanos nacidos entre 1924 y 1938. Pero, con este nombre se conoce propiamente, a los poetas de esta generación literaria más aún, a una parte de ellos: a los que publican por primera vez en 1948, y todavía hacen vida en grupo.
Sus integrantes, esencialmente poetas, son en su mayoría, abogados, profesores universitarios o de otras instituciones ligadas a la educación, narradores, dramaturgos, ensayistas.
Esta poesía (La de la generación del 48), aunque entroncada con nuestra realidad, en la experiencia vital, es al mismo tiempo onírica, consciente y culta, en constante búsqueda de lo humano; poesía en movimiento, que va de lo particular a lo colectivo, de lo intimo al mundo exterior, con una visión optimista, totalizadora y trascendente del hombre.
Con este criterio integral y propio, los poetas del 48 aportan una poesía de testimonio, esencialmente política, que recreando la historia, buscando nuestras raíces sociológicas, redescubre y afianza el paisaje nacional, canta al hombre y su destino, trasmutando en la palabra nuestras realidades en sus dimensiones humanas universales, sin que por ello dejen de ser nuestras realidades específicamente proyectadas. Ni poesía dominicana a lo dominicano, ni poesía con el hombre universal, sino poesía con lo dominicano universal.
En definitiva, al realismo humano y a la visión integral de la patria y del hombre dominicanos ya mencionados, esta generación une la recreación histórica, el asentamiento definitivo del paisaje dominicano en nuestra poesía, una constante encarnación del tiempo y una novedosa visión social de la muerte. A esto hay que agregar la visión profética optimista, la que contiene el dramatismo propio del antihéroe, con la diferencia de que ella anuncia, vaticina el fin de su desgracia. Los poetas del 48 aportan asimismo, y eso es, igualmente nuevo hasta ahora, una visión totalizadora y trascendente del hombre, al tiempo que ofrecen, como sensibilidad colectiva, trasmutada en la palabra, el Sur de la Republica, como símbolo de nuestro país y de nuestro tiempo. Y estos aportes se alcanzan dentro de un lenguaje adecuado, a tono con su contenido.
Los Poetas del grupo del 48: Luis Alfredo Torres, Lupo Hernández Rueda, Victor Villegas, Alberto Peña Lebrón, Ramón Cifré Navarro, Rafael Valera Benítez y Abel Fernández Mejía partían de los siguientes postulados:
·         La poesía tiene una finalidad: revelar las raíces de la colectividad.
·         Rechazo de la escritura automática de otros procedimientos surrealistas puestos en boga por la Poesía Sorprendida.
·         La literatura debe tener un contenido testimonial, moral, humano; debe estar comprometida con los problemas sociales.

Apoteosis de la luz
En el principio era un túnel más allá de la muerte,
un eco sin metal, sin sonido de abejas,
era un silencio solo mordido por la ausencia,
y no había más guitarras
que el sueño de la lluvia,
y más pan que la espera del oro de los días.
En el principio era el tiempo. Ningún amor furioso
repartió por sus venas de lacerante fuego
el calor del deleite que emana de los cuerpos,
la tentación y el aire de los últimos labios
que mueren con la luna detrás de las ventanas.
ninguna mano, ni mil manos,
ni un millón de corales,
ni el pecho atravesado del ruiseñor, ni la ceniza,
ni el grito de los pueblos con sus ojos de aceite
buscando los paisajes,
nada a no ser una huella sin su pájaro
un latido sin cauce, una mirada ciega,
pudo de luz y ámbar inaugurar la espuma.
¡Entonces, ay, la estrella, los nardos, las espadas!
¡Cuántos rostros sombríos cayeron en las tumbas,
cuántos hijos pudieron desenterrar la sangre!
Ni siquiera la lluvia merece este lamento.
Cuando llegó el más fuerte y doblegó los bosques,
y crujió la madera y el corazón del hombre busca asilo
en un mundo de muerte inverosímil,
cuando las calles solas se hundían en las sombras,
y era confuso el beso y el llanto era confuso
como cola de gallo empujada por soldados,
quién pensaba en la furia del hacha redentora,
en la flecha que el joven capitán encendía,
Mañana es esta hora de alas infinitas,
La otra orilla estará poblada de luceros,
y habrá espacio en la mesa y niños como espigas,
y azúcar empapada de canto y de rocío.
Mañana como siempre caerán las amapolas.
Otra vez el principio, otra vez, sin embargo,
como una llama blanca.