LA SAGA DEL 68
La gran convulsión de la sociedad mexicana, como consecuencia del
movimiento estudiantil de 1968, coincidió con el florecimiento de nuevos
autores, tendencias y corrientes. Los narradores de este periodo se
caracterizan por su libertad creadora, la falta de arraigo con el pasado, la
adscripción a las tendencias más vanguardistas y la ruptura de todos los
moldes. Cada nueva generación, en intensidad creciente, está siendo capaz de
superar a su antecesora en originalidad, brillantez e incluso agresividad. A Francisco
Tario (1911-1977), Jorge López Páez (1922- ), Elena Garro, Rosario Castellanos
y Ricardo Garibay, les han seguido Salvador Elizondo, Juan García Ponce, José
Emilio Pacheco, Vicente Leñero, Sergio Pitol y Fernando del Paso.
En la narrativa, la llamada "saga del 68" ha dado paso a la
multiplicación de ejercicios literarios de todo tipo, en una pugna abierta
entre el realismo renovado y la fantasía ilimitada. Todos los temas de México,
los que han estado presentes en su desarrollo de dos siglos, vuelven al primer
plano y se visten y se ven con ropajes y miradas distintas.
El movimiento del 68 produjo reacciones artísticas diversas, pero en
el fondo permitió que los jóvenes mostraran su afán por derribar los
autoritarismos. Entre las temáticas y los tonos que se observan, destacamos,
por iniciativa propia, y sin seguir a algún teórico en particular: la poesía de
corte social, coloquial, intimista y aquella que se complace en sí misma, como
una especie de poesía del lenguaje".
“Los poetas mexicanos de los años sesenta
suelen ser declarativos, hablan con antisolemnidad del cuerpo y su finitud, de
la vida miserable, de la ausencia de dios, de la desesperanza por un mundo que
no ofrece más certeza que la muerte.
El movimiento del 68 produjo reacciones
artísticas diversas, pero en el fondo permitió que los jóvenes mostraran su
afán por derribar los autoritarismos. Entre las temáticas y los tonos que se
observan, destacamos, por iniciativa propia, y sin seguir a algún teórico en
particular: la poesía de corte social, coloquial, intimista y aquella que se
complace en sí misma, como una especie de poesía del lenguaje”.
Silvia Quezada. Literatura Mexicana Siglo XX. Un acercamiento.
MEMORIAL DE TLATELOLCO
Por Rosario Castellanos
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
¿Y esa luz, breve y lívida, quién?
¿Quiénes son los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie Al día siguiente nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo
y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ni un anuncio intercalado
ni un minuto de silencio en el banquete
(pues prosiguió el banquete).
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se lo han dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordemos.
Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.